jueves, octubre 26, 2006

Cartas (III)

Aquí me tienes de nuevo, intentando hacerte llegar mis sentimientos a través de un trozo de papel.

Se que estos días han estado llenos de problemas en clase y en tu casa. Lo se, porque vivo pendiente de tu vida, de tu acontecer diario. Por ello se que todo, o casi, está en curso de solucionarse.

Y por eso, de nuevo en tu rostro asoma esa sonrisa que me hace sonreir a mi también. Tal vez un día sea capaz de decirte a la cara que te quiero. Que en el instante en que te vi te amé, y que desde ese momento mi sueño fue tu presencia, que mis noches han sido tuyas, y mi mente y mi cuerpo viven colgados de tu recuerdo.

Que anhelo hundirme en tus ojos inmensos, que siento atravesarme cuando me miras. Que mis manos conocen tu cuerpo sin haberlo tocado nunca. Que mi piel se eriza con el sonido de tu voz, y mis labios están impregnados del sabor que los tuyos dejaron en mis sueños.

Sabe, mientras ese día llega, que en la distancia te amo, hasta el momento en que mi valor sea mayor que mi verguenza y mi voz sustituya a estas cartas.

Hasta entonces, te envío con ellas reunidos la esperanza de tu amor, y el mio.

Siempre tuyo,

miércoles, octubre 25, 2006

Cartas (II)

Fuimos los mismos.. Más viejos, quizás; más sabios, lo dudo. El aire cargado de deseo palpitaba en el hueco entre tu boca y la mia, pugnando por empequeñecerse, por diluirse en los pliegues de nuestros labios.

¿Porqué no te besé?- preguntó mi ansia a mi conciencia. ¿Porque aplaqué el fuego que me consumía al hundirme en el mar gris de tus ojos? ¿Qué me hizo abandonar el calor y el aroma de tu cuerpo, lanzándome al mundo huérfana de tu abrazo? ¿Qué fue? ¿Qué estúpida lucidez me convenció de que el tiempo me regalaría el olvido, la distancia el bálsamo para tu ausencia? ¡Qué engaño! Mis ojos, los mismos que te buscan en cada rincón de mi casa, aquellos en los que que tú mirabas en silencio reflejarse el calor de nuestro hogar, han visto pasar perezosamente las primaveras que debimos compartir... Y el consuelo no ha venido en mi auxilio. Ni tu recuerdo me ha abandonado estos años.

Cada día lanzo tu nombre al viento, y ruego porque lleve hasta ti mi voz, mi amor y mi angustia.

Y, ¡mira donde quedó mi orgullo!, cada noche lloro sobre el lecho que era nuestro y ahora no es de nadie, pues yo misma me siento extraña, huésped, tendida sobre estas sábanas, que son frías sin ti, que me cubren sin calentarme, que me recuerdan mi soledad hasta el alba...

Y te levanto tu exilio, que ha sido el mio de ti, que me ha alejado de aquello que debí reconocer como mi hogar, mi patria y mi refugio.

¡Vuelve! Trae contigo la luz, el calor y la alegría a este hogar vacío, a este corazón roto, a esta amante que siempre te ha esperado...

lunes, octubre 23, 2006

Cartas (I)

Me gustó saber de vos, oir tu voz de nuevo a través del teléfono, que nos acerca y, sin embargo, me enfrenta a la soledad de tu lejanía.

Me alegró tu alegría, tus proyectos se hicieron míos desde hoy, y espero no más me informes de lo que vaya aconteciendo.

Y pensé, mientras colgaba el auricular, en ponerte unas letras, porque el bendito cable del demonio, que nos une y te separa se me hace frío y enemigo, y me consoló refugiarme en la idea de una carta, de unas líneas escritas pensando tal vez en no enviarlas.

Desde chicos fuiste vos la fuerte, "la jefa", como decía la vieja. Y yo acepté tu capitanía de forma natural, como algo ya discutido y aprobado de manera unánime por ambos.
Mis primeros recuerdos son difusos, tal vez el tiempo juega a borrarlos, tal vez mi memoria nunca fue demasiado buena.

Sin embargo, repito, la sensación de confianza, la mía hacia vos, es algo que siempre estuvo ahí, como el olor a asado en la cocina, o el color de los jardines de la casa de los viejos. ¿Recordás los jardines? Cuando regresaba de la escuela, cargado de libros y mis pavadas de preadolescente, la sola imagen de los paterres junto a la puerta barrían de mi mente cualquier otra cosa que no fuese mi reencuentro con vos.

Y quizás sea por eso lo que me lleva dando tumbos todo este tiempo, la certeza de tu ausencia, el hueco que dejaste, lo que me va pudriendo por dentro. Y tal vez pensás que soy un boludo por sentir así, después de todo el tiempo y las historias que nos pasaron y te separaron un poco cada vez.

¿Sabés? Me resulta intrigante que sea en esa distancia cuando me sentís más cercano, como me comentás en esos e-mails kilométricos, a través de los que me asomo a esa vida que llevás sin mi, a esa carrera de obstáculos saltados, que parece que te hace feliz. Te imagino tachando objetivos de aquella lista que me mostraste hace tiempo... ¿Cuales se cumplieron ya? ¿Alguno fue desterrado, perdió interés para vos?

No se, realmente no se como enfocar lo que sentís. Recuerdo que todo se reducía a perderme en tu mirada, y comprender. ¿En que punto dejó de ser así? ¿Cuándo dejó de funcionar aquel quilombo?

Y probablemente tan sólo me reste desearte la mejor de las suertes. ¿Te extrañás? Bueno, a estas alturas del guión, ¿qué otra cosa me queda por hacer? ¿Qué más puede intentar, quien lo intentó todo? La mejor de las suertes, oíste bien. Para que logres cerrar esa lista que intuyo todavía portás, aún cuando se que, en ninguna de sus líneas, tenés apuntado abrazarme por la mañana.

miércoles, octubre 18, 2006

Y la gente lo sabrá

Será evidente.

La soledad, acechando en las sombras de esta casa vacía, se lanzará en mi búsqueda. Me observará callada, oculta en una chimenea sin fuego, en unas escaleras oscuras, en una habitación sin vida.

Me verá pasar, silencioso y ausente, mientras la casa se llena de frío, huérfana de charlas y risas. Y la gente sabrá que te fuiste en busca de otros verdes y otros mares, al encuentro de gentes y lugares familiares.

Lo dirá la música que no llena ya el aire del salón, las palabras que no dijimos, los jirones que a mi alrededor dejó tu abandono. El espacio que mi alma dejó vacío al seguir tu rastro...

Protagonistas secundarios

La vida, todas las vidas, no son más que una obra de teatro en tres actos; vida que viene, vida que vive, vida que se va...

Y es en esa obra donde todos nos sentimos protagonistas, artistas principales dentro de nuestra ordinariez, de nuestra mediocridad.

Y somos protagonistas secundarios, un día, y otro día, y otro más, siempre el mismo papel con distinto libreto, las mismas lágrimas con diferentes emociones, el mismo corazón para tantos sentimientos...

Tal vez sea cierto; tal vez la vida no es más que una representación, y no somos mas que comparsas de los que lo son nuestro. Tal vez...

Pero es cierto, debe serlo, que hasta el peor de los actores, el más gris y oscuro secundario, tiene también su momento de gloria...