jueves, diciembre 21, 2006

Intersecciones IV

El te quiero que no dijiste rasgó el silencio vacío de la habitación,
llevándose consigo tu adiós y mis sueños...

El te quiero que te lancé erró su diana,
abocado al fracaso y el desconsuelo...

Y se fundieron las caricias y los besos,
cuando se retiró vencida la luna,
en la bruma difusa de tu alborada...

viernes, diciembre 08, 2006

Ecos

Hay veces en que el hombre está solo. No quiere decir esto que no tenga alguien junto a él; a quien le preocupe. No, sencillamente, se encuentra solo. No sé, es como si al gritar en una montaña, esperando la respuesta del eco, el eco no apareciera.

Y esa sensación de que uno ha sido estafado, de que le han robado algo que era suyo, es lo que origina la sensación de soledad.

Muchas veces gritamos con el simple propósito de que el eco nos responda lo mismo, un grito. Sin embargo, en ocasiones, lo hacemos esperando recibir a cambio una caricia o un abrazo.

Y cuando ese eco nuevo, esa caricia, ese abrazo, ese beso... no llega; y la voz y el alma están ya cansadas de gritar a un eco que no escucha, es cuando el hombre está verdaderamente solo, y no puede hacer otra cosa que llorar...

Hay momentos, instantes tenues y callados; en los que el hombre queda en silencio, pensando con la mirada fija en un objeto, en una mujer, en un mar...

Y, en esos momentos, cuando el hombre lucha sin más armas que su alma contra su inteligencia, es cuando surgen los pensamientos más terribles y, también cuando florecen, como rosas nuevas, las ideas más bellas...